Por Ángel Lázaro
El perdón de los pecados de Ángel Lázaro
Dos mil años de historia. La Iglesia católica contempla desde hace casi dos siglos cómo avanza el mundo (el demonio y la carne) sin apenas contratiempos. Pero en los últimos tiempos, la falta de vocaciones, la escasez de fieles y, sobre todo, los escándalos sexuales han acabado por sacudir los cimientos de Roma. El papa Benedicto XVI lleva la cruz a cuestas desde el inicio de su mandato, convulsionado por las constantes denuncias de abusos sexuales que afectan a algunos de sus subordinados.
La popularidad de la Iglesia católica declina. Afectada por decenas de casos de abusos sexuales que cada vez salen a la luz con menos pudor, Roma se ve obligada a pedir perdón casi un día sí y otro también. "Habéis traicionado la confianza depositada y debéis responder ante Dios y los tribunales". Es el grito, dolorido y escandalizado, que el Papa lanzaba el pasado sábado en su carta pastoral a los fieles de Irlanda.
Pero el perdón no basta. Así lo atestiguan miles de fieles que se declaran defraudados por la actitud de las autoridades eclesiásticas y de los que pierden la fe por actos como los que se denuncian. Un niño es lo más sagrado de la sociedad; un inocente nunca debe ser utilizado con fines perversos. Y los culpables de pederastia no deben obtener tan fácilmente el perdón de sus pecados.
Cierto es que hasta no hace mucho, estos actos denigrantes y depravados se tapaban. Los mismos obispos conocedores de los hechos se conformaban con trasladar de parroquia o de sede a los pederastas. Como si la desaparición del pecador borrara el delito. Y así la Iglesia ha ido acumulando un sinfín de casos que ahora salen a borbotones, haciendo más insoportable esa denigrante cruz.
Las víctimas quieren una reparación que les compense por el sufrimiento de estos años. No basta con que salgan a relucir los casos de abusos y se pida perdón. “La verdad os hará libres” (Jn 8,32), dice el Evangelio. Una verdad a la que no debe tener miedo la Iglesia que no debe cubrir los casos de curas pederastas. No hay excusas, porque es insoportable seguir tapando esos hechos.
Pero también se hace difícil comprender que se pida comprensión para los pecadores “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, clamó el Papa en el Angelus de este domingo. "Tenemos que aprender a ser intransigentes con el pecado, comenzando por los nuestros, e indulgentes con las personas", y, tras citar el mencionado pasaje de la Biblia contra la mujer adúltera, invitó a todos sus seguidores a "aprender de Jesús y no juzgar y condenar al prójimo".
"La misericordia de Dios", añadió Joseph Ratzinger, "es la expresión de su inmenso amor. No condena al pecador, a ningún hombre o ninguna mujer, sino que exige retomar constantemente el camino de la reconversión a Él usando como herramienta especialísima el Sacramento de la Reconciliación".
No entro en el mensaje evangélico; quien crea en el juicio final esperará su recompensa o castigo. Me conformo con la justicia terrenal; que no debe consentir ni transigir ante hechos tan graves como los que se están denunciando, afecten a un cura de una humilde parroquia o al más poderoso de los arzobispos. Que la ley castigue duramente a quienes aprovechándose de los niños, o amparándose en su poder, practique estos actos abominables que denigran a quienes se atreven a profanar el sagrado nombre de la inocencia.
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