Benedicto XVI, entre Jesús y el Cuervo (Leer 2007: Jesús de Nazaret I)
En homenaje a Benedicto XVI, un papa duro,que cree en pájaros buenos, pero vigilado por el Cuervo Vaticano (así se firma, el que filtra noticias Vati-Leaks: Il Corvo). En recuerdo de J. L. Gutiérrez († 21 V 12), un Lobo bueno, que me pidió que escribiera sobre el Jesús del Papa (2007) para su revista Leer.
Otro recuerdo anterior, 1984: No vayas a tratar a Ratzinger:
Andaba yo en Roma a finales del 1984, como "vago oficial", pues no me daban el nihil obstat, queriendo arreglar mi situación académica y teológica por los pasillos del Vaticano, con el Cardenal Javierre, de la Congregación de Seminarios y Universidades. Le dije un día:
‒Mire Antonio María, creo que es mejor que pida una entrevista con J. Ratzinger, de la Congregación de la Doctrina de la Fe, y así lo arreglamos mejor, desde el nivel de la doctrina, no desde el plano académico.
El buen Javierre, del duro Aragón de los Monegros, me miró fijamente y me dijo:‒ Ni se te ocurra… si es que quieres arreglar el tema. Ratzinger va en otra línea, no acabarías.
Sentí que Javierre le tenía "miedo", quizá un miedo reverencial, pero mucho miedo. No insistí, no fui a ver a Ratzinger, y hoy lo lamento, tras casi treinta años. Conseguí al cabo del tiempo el nihil obstat, pero lo perdí después de nuevo, que estas cosas pueden perderse.
Ratzinger, el Papa de Jesús
El año 2007, siendo ya papa, y con el nombre de Benedicto XVI, J. Ratzinger, publicó la primera parte de su libro: Jesús de Nazaret (La Esfera de los Libros, Madrid 2007). Era un libro valiente, importante. Se veía que J. Ratzinger tenía ganas de decir lo que pensaba, de pasar a la historia como el "el Papa teólogo", el Papa de Jesús. No podía competir con Juan Pablo II por su carisma de multitudes. Pero podía aportar algo a la Iglesia, su doctrina sobre Jesús.
No ha sido la primera vez que ha querido "fungir" como teólogo. El año 1977, nombrado obispo de Munich, pidió una prórroga, para terminar de escribir su Escatología (Herder, Barcelona 1977). Después, siendo elegido Papa (el 2005) no pidió una prórroga para acabar su libro sobre Jesús, sino que lo terminó y firmó como Papa (Jesús de Nazaret I). Quería ser su libro, su aportación a la Iglesia, a la vida cristiana. Pasados, en medio del duro trabajo de Papa, "limpiando" la iglesia de males (como la pederastia de un tipo de clero), Benedicto XVI ha publicado la segunda parte del libro (Jesús de Nazaret II, 2011). Todos sabemos que quiere publicar la tercera parte, la última y más importante, antes de morir, como Papa Teólogo. Esa sería su mayor aportación, sobre los temas clave de Jesús: Su pascua, su concepción, su divinidad, su presencia en la Iglesia.
En manos del Cuervo
Pero ya no sabemos si Ratzinger podrá publicar la tercera parte de su libro, para así quedar ante la historia como el Papa de Jesús, pues se ha cruzado en su vida el "Cuervo", del que todos los días nos habla la prensa. Un Cuervo Vaticano (así se firma) que val filtrando cartas y notas privadas del Papa.
Jesús de Nazaret era amigo de los cuervos ambiguos, a los que Dios alimenta (Lc 12, 24), para que sigan cumpliendo sus funciones. El evangelio de Mateo, más piadoso, convierte los cuervos bíblicos (¿cuervos vaticanos?) en pajaritos amables (cf. Mt 6, 26), casi de leyenda franciscana. Sean del tipo que fueren, los cuervos (o el Cuervo) han entrado en el Vaticano y están haciendo imposible la vida de Benedicto VI, de forma que somos muchos los que pensamos que no llegará a publicar la tercera parte de su libro sobre Jesús, cosa que yo lamento muchísimo (dicho sea de paso: Me gustaría preguntarle lo que piensan de los cuervos necesarios, cuidados por Dios, de Lc 12, 24).
Hay otros matices en el caso del Cuervo Vaticano (en línea de política eclesial, de doctrina, de ejemplo…), pero es éste el que a mí más preocupa: Mientras Benedicto XVI (durísimo, según Javierre, pero ingenuo para la política vaticana) tejía su libro sobre Jesús, pensando que estaba rodeado de pajaritos eclesiales, resulta que le ha estado vigilando el Cuervo Vaticano, jugando con él, robando sus secretos.
Quizá tiene que ser así, ésta es la parábola de la Iglesia.También a mí me pasó. Una de las veces que iba al Vaticano en metro, leyendo el evangelio de los pajaritos en griego (versión de Mateo), resultó que un cuervo de las cercanías (que no era el de Lc 12, 24) me robó la cartera en italiano. A las pocas horas me la entregó (sin soldi, pero con documentación) la policía de la esquina y me dijo: No sea Usted ingenuo, no lea el evangelio en el metro, al acercarse a esta salida, que hay por aquí hay muchos cuervos, y algunos incluso españoles o chilenos (la banda de los chilenos era famosa por entonces).
Una ocasión, la muerte de José Luis Gutiérrez
Todos le conocíamos, era un gran tipo, un periodista agudo, le llamaban el Lobo (¡un lobo franciscano!), uno de los creadores de la buena prensa hispana (de la que sigue habiendo, aunque hay que buscarla...). Acaba de morir (21 V 12), bendito sea Dios, y descanse el Lobo en el cielo de las gentes de bien. Pues bien, al publicar el Papa el primer volumen de su libro, J. L. Gutiérrez me llamó y me dijo:
‒ Escríbeme una reseña para Leer. Lo que tú veas, como tú veas. Pero que se vea que es un libro de c., si es que lo es.
Asentí y le mandé la reseña, que el publicó en Leer. Quien quiera puede encontrarla en las hemerotecas. Creo que anda por ahí on line. Lo publicó ahora de nuevo, en mi blog, como homenaje al Papa Duro (Javierre), pero Papa de Jesús (de un Jesús de pajaritos) amenazado por el Cuervo del Vaticano (¡él mismo se da ese nombre, y sigue amenazando!). Y quiero que estas letras sean también un homenaje a J. L. Gutiérrez, el buen Lobo, que nunca habría hecho algo así con el Papa (o lo hubiera hecho de otra forma, con luz y taquígrafos, dando la cara, como solía hacer, por la transparencia y democracia en una Iglesia en la que, a pesar de todo, seguía creyendo).
Publico, pues, de nuevo esta reseña que me pidió J.L. Gutiérrez, el Lobo, sobre el Jesús I de Benedicto XVI... esperando que limpie el Vaticano de Cuervos no evangélicos... y que pueda ofrecernos su Jesús III, aunque Gutiérrez no pueda pedirme ya un un juicio "amistoso" para su revista.
Dios mediante, seguiré con nuevos detalles del tema.
Leer, 2007
BENEDICTO XVI, JESÚS DE NAZARET. UN LIBRO VALIENTE, UN LIBRO DISCUTIBLE
Joseph Ratzinger, Benedicto XVI. Jesús de Nazaret.
Primera Parte: Desde el Bautismo a la Transfiguración,
La Esfera de los Libros, Madrid 2007, 448 págs.
Un libro que el Papa no debería haber publicado
No es un libro vulgar, ni poco maduro. Al contrario, es bueno, incluso muy bueno, equilibrado, sapiencial, en la línea de las visiones medievales de Jesús, que iban exponiendo, capítulo a capítulo, sus diversos "misterios". En este volumen aparecen diez misterios: Bautismo, Tentaciones, Anuncio del Reino, Sermón de la Montaña, Padrenuestro, Discípulos, Parábolas, Imágenes, Confesión de Pedro y Transfiguración, Nombres. En el próximo, que el Papa aún no ha publicado, podrán aparecer otros tantos, por ejemplo: Milagros, Subida a Jerusalén, Última Cena, Juicio, Crucifixión, Resurrección, Ascensión, Parusía, Preexistencia y Concepción por el Espíritu. De esa manera, con su obra ya completa, Papa nos ofrecerá una visión de conjunto de Jesús, desde su propia perspectiva, como teólogo y pastor de la Iglesia.
Como he dicho, la división y estudio de fondo de los temas recoge tradiciones medievales, pero el orden es moderno, pues el Papa no comienza por la Preexistencia (como el evangelio de Juan), ni por la Concepción Virginal (como Lucas y Mateo), sino por el Bautismo, siguiendo así a Marcos y a los autores más recientes que se ocupan de la vida de Jesús. El Papa se sitúa, según eso, en la línea de una larga tradición, pero en diálogo con la crítica moderna y de esa forma ha escrito un libro que sorprende por su madurez y su capacidad de síntesis. El libro sigue de algún modo un orden progresivo (según el esquema básico de Marcos), pero cada uno de sus diez capítulos forma una unidad y ofrece una mirada total hacia el misterio único de Jesús, a quien el Papa quiere presentar como Hijo de Dios, revelador supremo del Padre.
Es un libro maduro, quizá la obra cumbre de su autor (y de toda una generación de teólogos del Post-Vaticano II, pero pienso que Joseph Ratzinger no debía haberlo publicado como Papa, pues el ministerio del Papa, mientras sigue en su oficio, no se despliega en la publicación de libros de tesis, aunque sean buenos, con sus propias opiniones, sino en la apertura de un espacio de vida y pensamiento donde quepan todos los cristianos, incluso (sobre todo) los que piensan de un modo distinto.
En esa línea, pienso que éste habría sido un libro bueno de Joseph Ratzinger, jubilado ya como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cristiano significativo, pero sin autoridad, con una largo historia de investigación teológica y administración eclesial, más o menos discutida. Sería un libro sapiencial, de memoria y esperanza, escrito por un hombre que, después de haber cumplidos sus tareas oficiales, se atreve a confiar a sus amigos y lectores las claves principales de su encuentro con Jesús, de su visión del evangelio.
Pero el autor de este libro no es un cardenal jubilado, sino un Papa en oficio, aunque él mismo se sienta obligado a empezar diciendo "expresamente que este libro no es en modo alguno un acto magisterial, sino únicamente expresión de mi búsqueda personal… de manera que cualquiera es libre de contradecirme" (pág. 20). Esa advertencia se agradece, lógicamente, pero de hecho resulta poco eficaz, pues es casi imposible separar a "Joseph Ratzinger hombre", que describe, como un particular, su búsqueda personal de Dios, de "Benedicto XVI Papa", que expone con autoridad su teología básica. Por otra parte, la misma portada del libro (en sus diversas traducciones), con sus ribetes amarillos, de color vaticano, y el hecho de que el nombre de Benedicto XVI aparezca mucho más destacado que el nombre de Joseph Ratzinger, no deja lugar a muchas discusiones: se ha querido poner de relieve el hecho de que éste es el libro de Benedicto XVI, un libro de enseñanza del papa.
Libro de un teólogo, libro de un Papa
Ciertamente, el Papa Benedicto XVI tiene todo el derecho de publicar este libro y posee conocimiento y sabiduría más que la normal para escribirlo. Como buen libro del Papa y, sobre todo, por su contenido y mensaje me alegro de haberlo leído. Pero su misma publicación, y más su lectura posterior, me han producido cierta desazón, porque se trata de un libro de hipótesis (quizá buenas) y pienso que la tarea del Papa con consiste en proponerlas. Quienes acepten las hipótesis de este libro (¡aunque sea de un modo razonado!) pensarán que son más fieles al Papa y mejores católico. Por el contrario, los que pensemos (¡a veces con razones críticas!) que el Papa está poco documentado en algunos casos o no tiene razón en otros (o en alguna de sus conclusiones) y además lo digamos, como voy a hacer ahora, corremos el riesgo de parecer menos fieles al papado y a la Iglesia.
Éste es el libro de un hombre maduro, pensador ejemplar, un libro que nos sitúa al final de la trayectoria (de la vida y obra) del Joseph Ratzinger profesor de universidad y del Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para cuestiones de fe y teología. Pero es un libro limitado y defiende una tendencia teológica especial, como suelen hacer todos los libros de todos los autores. Aquí está la diferencia: los otros autores suelen (solemos) ser particulares, y escriben bajo su propia responsabilidad; el Papa, en cambio, por mucho que parezca negarlo, tiende a sentar cátedra y en este asunto me parecía mejor no haberlo hecho.
Si el Papa se hubiera limitado a llamar a su libro Meditación sobre Jesús y no hubiera escrito las quince primeras páginas de prólogo (págs. 7-21), con su teoría sobre la crítica bíblica y la verdad (¡sin pretensiones de haber encontrado la verdad teológica sobre Jesús!), las cosas hubieran quedado más claras. Eso mismo sucede en varios de los temas centrales (discutidos) de este libro. Si el Papa no hubiera querido separar el mensaje de Jesús de la política (dejando el tema abierto), la cosa hubiera ido mejor, pues podríamos haber tomado este libro como una hermosa y profunda meditación cristiana, al lado de otras, pues el Evangelio es grande y aguanta mucho. Pero el Papa empieza defendiendo una determinada visión de la exégesis y la dogmática (una visión muy discutible, quizá no la mejor). Pero el papa sigue postulando una especie de inmunidad política del mensaje de Jesús, y eso es también muy discutible (y sigo pensando que no es la mejor).
De esa forma, el Papa entra en cuestiones discutidas y, en el fondo, parece que quiere decir en ellas la última palabra. Los profesionales no se dejarán impresionar por lo que él diga, sino por sus argumentos. Pero otros muchos correrán el riesgo de aceptar o rechazar lo que dice el Papa, sin razones para ello, simplemente por simpatías o por falta de simpatías (que provienen de otros campos). Por eso he dicho que el Papa, como Papa, no debería haber publicado este libro; podría haber esperado a su jubilación (si piensa jubilarse) o dejar el libro para después de su muerte.
Un Jesús más esenio que obrero
Pero veamos ya algo más los contenidos. El Papa conoce parte de la última investigación sobre el Jesús histórico. Evidentemente, no tiene que conocerla toda, porque es casi infinita y, además, él ha sido dogmático más que exegeta. Pero ignora o rechaza algunas de las obras y tendencias más significativas sobre el tema, en especial las que se ocupan de la conexión político-social de Jesús, para contentarse con decir cosas generales (e inconexas) sobre la pobreza de la gente en aquel tiempo y sobre el carácter semi-pagano de su Galilea (pág 34 ¿cómo lo sabe?). Por otra parte, él sitúa a Jesús en una línea de espiritualismo separado de la problemática del mundo, de manera que llega a afirmar que "quizá también Jesús y su familia fueran cercanos a este ambiente" de Qumrán (pág. 36: ¿quién se lo ha dicho?).
Me gustaría saber algo más sobre esto que el Papa ha querido decir sobre la familia de Jesús y los esenios; quizá lo diga en el próximo volumen de su obra. Pero queda bien clara una cosa: el Papa presenta a Jesús como un esenio inspirado en tema de relación íntima con Dios Padre más que como el líder de un movimiento de liberación campesina, en la línea de algunas corrientes proféticas del antiguo Israel. No sé lo que el Papa pretende con eso. Posiblemente quiere evitar el riesgo de "contaminación política" de Jesús. Esa visión es, evidentemente, posible. En esa línea parecen ir las citas del evangelio de Tomás (cf. pág. 293) y la importancia concedida a la tradición del Evangelio de Juan, que estaría conectada con los sacerdotes de Jerusalén (pues Juan Zebedeo sería un sacerdote o, por lo menos, de familia de sacerdotes; cf. pág. 268).
Todos éstos son temas que deben estudiarse, pero, en el fondo, acaban siendo cuestiones menores. La dificultad mayor que ofrece esta visión del Papa se relaciona con su forma de entender los problemas humanos. El Papa supone que, para dedicarse a los "problemas divinos" (¡su experiencia filial, su visión de Dios!), Jesús tiene que desvincularse de los problemas humanos (como parecen haber hecho los esenios, como harán los gnósticos). Significativamente, parece que el Papa ha olvidado que Jesús fue tektôn, artesano (cf Mc 6, 3 par), en una situación económica muy especial; y con eso olvida la problemática real (económica, cultural, política…) de su entorno. Parece que el Jesús del Papa proviene de una familia de expertos "religiosos" (de piadosos oficiales), no de campesinos israelitas, implicados en la problemática económica y social concreta de su tiempo.
En esa línea se sitúan las páginas que el Papa dedica a su diálogo con un libro de J. Neusner (cf. págs. 133-147). Son páginas ejemplares, son emocionantes y nos sitúan en el centro de una discusión actual de fondo sobre las implicaciones teológicas del movimiento de Jesús. Pero es muy posible que tanto Neusner como el Papa hayan olvidado el tema central de los evangelios y de la primera iglesia en su diálogo (disputa) con otros tipos de judaísmo, un tema que va más en la línea de la opción fundamental por los marginados de diverso tipo (pobres, pecadores, enfermos…). Podía seguir citando temas conflictivos, pero no es necesario. Sólo quería decir que el libro del Papa es bueno, pero que sigue una determinada tendencia exegética (a mi juicio, no la mejor) y una determinada teología (que no tiene que ser la teología de la Iglesia entera).
Desde ese fondo se entiende el argumento central del libro. El Papa se siente obligado a defender no sólo la conciencia mesiánica y filial de Jesús, sino a entenderla de un modo temático excluyente, en la línea de una cristología alta. Da la impresión de que el Jesús del Papa no centra su vida en la curación de los enfermos, en la evangelización de los pobres y en la transformación de los hombres para el Reino de Dios (en amor al enemigos, en perdón mutuo de las deudas…), sino en presentarse a sí mismo como superior al Sábado y como Presencia de Dios.
Un libro exegéticamente limitado
El Papa entiende a Jesús como alguien que va diciendo por ahí "yo soy" (págs. 399-410), preocupándose más en dejar claras sus relaciones con el Padre (yo-y-Dios) que en curar a los enfermos y ayudar a los necesitados. Ciertamente, el Papa puede apoyar su visión en una lectura del Evangelio de Juan y aplicarla a los sinópticos. Pero su misma lectura de Juan puede resultar es sesgada y no responde a la intención más honda del Cuarto Evangelio. Tengo la impresión de que el Papa tiene miedo al Jesús de la historia y necesita que el mismo Jesús le diga "yo soy Dios", en vez de buscar y descubrir su divinidad (¡su humanidad plena!) a través de lo que él hace, a través de lo que dice, en el movimiento de Reino que él suscita.
Personalmente, como investigador, estoy convencido de que Jesús se consideraba enviado de Dios (hasta Hijo suyo, en un sentido mesiánico). Más aún, como cristiano, creo que las afirmaciones del Credo y de los Grandes Concilios que hablan de Jesús como Hijo Eterno de Dios son valiosas y pueden (incluso deben) seguirse manteniendo, dentro de la Iglesia, desde la perspectiva en que fueron proclamadas. Eso significa que puedo creer (y creo) en la divinidad de Jesús, pero no al modo en que la intenta explicar aquí el Papa. Estoy convencido de que la "divinidad" del Jesús cristiano puede entenderse y descubrirse de un modo más distinto y que en esa línea nos ayudan las nuevas investigaciones sobre el Jesús histórico. A otros, el libro del Papa les ayudará a creer en Jesús, estoy convencido de ello y pido a Dios para que así sea. Pero a otros nos causa ciertas dificultades.
En un plano exegético, éste es el libro de un hombre que no ha entrado de lleno, hasta el fondo, en el impresionante elenco de libros muy buenos que se han escrito en los últimos decenios sobre la Historia y Mensaje de Jesús, desde diversas perspectivas. No podía ni debía hacerlo, porque es imposible conocerlo todo y menos siendo Papa. Por otra parte, muchos libros de exégesis han tendido a diluir algunos rasgos de la figura histórica de Jesús, haciendo difícil su visión de la divinidad. En ese sentido, la actitud del Papa puede ser positiva. Pero otros (los mejores) dejan plenamente abierto el tema y proyecto de su divinidad mesiánica. En ese sentido, ellos podrían haber ayudado al Papa, permitiéndole plantear mejor la relación entre el mensaje y vida de Jesús el despliegue del Reino de Dios (de Dios mismo), desde la perspectiva de Jesús, desde nuestro tiempo. Pienso que no es necesario rechazar la crítica histórico-literaria para quedarnos con el Jesús divino de la Iglesia, sino todo lo contrario: llegando hasta el final en el camino de esa crítica podremos conocer mejor al Jesús divino y humano, para así abrir caminos mejores de Iglesia.
Una teología limitada. Pero el problema no es la teología
Teológicamente, este libro del Papa me parece también limitado. Ciertamente, el Papa tiene una buena teología; se le nota oficio, es agudo, más inteligente que muchos que se atreven (o nos atrevemos) a criticarle. Pero su teología es "una" entre otras, no es "la" teología de la Iglesia, por muy Papa que Ratzinger sea. Más aún, me atrevo a pensar que su teología no es la mejor, al menos para mí, ni para muchos otros que buscan a Jesús desde la nueva situación del mundo (muy parecida, por otra parte, a la situación de Galilea en tiempos de Jesús, si es que sabemos verla bien).
En esa línea, con cierta vacilación, me atrevo a decir que el Papa no ha comprendido bien el carácter positivo de la creación, lo que algunos han llamado el valor divino (¡aunque a veces tan peligroso!) de lo humano. Da la impresión de que el Papa piensa que al hombre (¡y a la mujer!) no les basta con ser simplemente "humanos" para ser cristianos o "religiosos", sino que necesitan tener unas "muletas" sagradas, superiores, para compensar su cojera… No sé, pero a veces me parece un poco "gnóstico" (¿platónico, agustiniano?) al devaluar este mundo inferior de la humanidad. Es como si el Papa tuviera dificultades con el Dogma de Calcedonia donde se dice, limpiamente, que Jesús es verdaderamente hombre (anthropos) y Dios. Ya sé que no es así, sé que el Papa admite, rubrica y canta el dogma de Calcedonia, pero después, al volverse a la historia de Jesús, parece que lo olvida, como si fuera necesario algo distinto de lo humano para encontrar a Dios, como si no fuera el hombre, simplemente el hombre, el lugar de la revelación plena de Dios.
Una y otra vez, a lo largo del libro, da la impresión de que a Jesús hay que "separarle" de lo humano para presentarse como Hijo de Dios. Puede ser impresión mío, pero estoy seguro de que otros la comparten. Ciertamente, estoy convencido de que la teología del Papa es cristiana y católica, pero no es la única (y quizá, desde mi punto de vista) no es la mejor. Por todo esto, termino diciendo otra vez que creo que el Papa como Papa no debería haber publicado este libro, por más que diga que no es acto de Magisterio. Los que encontramos dificultades exegéticos y teológicas en este libro no estamos, en modo alguno, en contra del Papa (al menos yo, aunque he escrito un libro abogando por un cambio del papado). Podemos creer, y algunos creemos, en la importancia de su función como signo de unidad de la Iglesia de Jesús y animador de las comunidades. Pero pensamos que su tarea no consiste en escribir libros como éste.
Dicho esto, debo añadir que el problema no está sólo en la teología y exégesis del Papa (que no comparto del todo, pero que me parecen muy respetables). Podría imaginar al Papa como el mejor de todos los exegetas, que me convence en todo lo que dice. Podría seguirle imaginando como el mejor de todos los teólogos, que me convence también al cien por cien y me emociona… Aun en ese caso, me gustaría que el Papa en cuanto tal no escriba ni publique libros de teología como éste, ni muchísimo mejores, porque su oficio no es escribir libros exegético-teológicos, sino vincular en fe y comunión a todas las iglesias, a todos los creyentes (sean de la opinión que sean).
Quiero un Papa que otras tareas y las cumpla, en comunión con las iglesias. No quiero un Papa todo-terreno, pues para arar en el terreno están los exegetas y los teólogos, sin que el Papa tenga que darles lecciones, sino sólo invitarles a mantenerse en la ancha comunión eclesial. Por acudir a un tema clásico: Pedro no anduvo por ahí dando lecciones a Pablo ni a Marcos; y, sin embargo, Pedro era muy importante para Pablo y Marcos.
Un Papa con el que se puede disentir
Como he venido diciendo, éste es un libro discutible y bueno, una meditación sobre algunos rasgos de la figura de Jesús, a partir de varios textos de la Iglesia antigua (de los evangelios). Es también un libro profundo y valiente, de manera que nadie podrá criticarle al Papa, diciendo que ha sido un teólogo superficial o un pastor miedoso.
Al contrario, Benedicto XVI ha dado la cara, y la ha dado con valentía, aunque quizá en un lugar donde no debía haberla dado. Por eso, como cristiano concedo mi voto de confianza plena al Papa en su función ministerial (aunque quiero que cambie de rumbo…), pero no puedo aceptar todas las cosas que dice este libro, aunque he querido leerlo (y creo que lo he leído) no sólo con una actitud de "benevolencia inicial", como el Papa ha pedido, sino también con amor y pasión cristiana, para poder así contradecirle, como el mismo Papa ha seguido pidiendo (pág. 20).
Por eso termino con una confesión agridulce. He gozado con la lectura de este libro, a pesar de los problemas que he destacado y de otros que podría destacar (y quizá lo haré en otro momento). Pero me hubiera gustado que no fuera libro de Benedicto XVI, sino simplemente de Joseph Ratzinger, un cristiano particular, un buen creyente, un pensador de gran finura, alguien que escribe desde su misma situación, pero no como pastor supremo de la Iglesia.
De todas formas, las cosas se pueden ver también de otra manera, con el surgimiento de una figura distinta de Papa, de un papa que, siendo representante de la unidad de las Iglesias, pueda actuar también como un creyente particular y así, de un modo particular, sin querer influir en modo alguno en la marcha de las iglesias y en la reflexión de los teólogos, aporte también su experiencia y su visión de Jesús. Es muy posible que este libro del Papa Ratzinger signifique un comienzo de camino en esta línea.
Lógicamente, el Papa recibirá muchas alabanzas, pero también muchas críticas, quizá en la línea de las mías. Será un Papa vulnerable, alguien a quien se puede contradecir (como él mismo quiere), alguien con quien se puede disentir, siguiendo en la Iglesia. Esta disensión puede empezar en el campo teológico, que, a fin de cuentas, cerrado en sí mismo, resulta poco significativo. Pero una vez que la disensión empieza ahí puede seguir y seguirá en otros campos de la administración eclesial y de la vida de las comunidades cristianas. Si esa disensión es amorosa, como quisiéramos que fuera, podemos hallarnos ante un nuevo comienzo en las iglesias. Este libro del Papa habrá siendo un buen signo en esa línea.
Conclusión
Si no recuerdo mal, cuando a Ratzinger le hicieron Arzobispo de Munich (año 1977), pidió unos meses de "prórroga" para escribir su famoso (y discutido) tratado de Escatología, para que no saliera como libro de un obispo, sino como obra de un profesor universitario. Podría haber hecho quizá algo semejante con este libro sobre Jesús y publicarlo como obra de un obispo jubilado, no como "best seller" de un Papa. Recuerdo que el Cardenal Martini, tras haber leído este libro, dijo (con algunas matizaciones): me hubiera gustado escribirlo. ¡Pero, claro, Martini ya estaba jubilado!
De todas maneras, en la línea de todo lo que he dicho, este libro de Joseph Ratzinger, Papa no jubilado, puede ser un hito en la historia de la búsqueda conjunta de papas y teólogos, de pastores y fieles dentro de la Iglesia. Este libro tiene sus defectos, como he mostrado, pero quiere ser y es un libro dialogal, abierto al encuentro con otros teólogos cristianos e incluso judíos. Por eso, después de todo lo dicho, quiero acabar saludándolo con gozo.
(La visión de Martini sobre el libro del Papa, escrita hace meses, cuando salió la edición italiana, puede verse en. http://paparatzinger-blograffaella.blogspot.com /2007/06/gesu-di-nazaret-riflessioni-del.html).
((PD: Hoy, 4 del VI del 2012, releyendo la recensión del 2007, siento que fui demasiado duro. Hoy cambiaría bastantes cosas, poniendo más de relieve la valentía del Papa, que quiso centrarnos como Papa en las cosas de Jesús, aunque fuera con ambigüedades...
Mientras él pensaba en Jesús (quizá demasiado en el suyo...), un cuervo de Dios de esos que hay en el Vaticano, iba diciendo otras cosas...
Me gustaría que el Papa viviera algo más,que escribiera su Jesús III..., pero que antes dijera con toda claridad que no hay lugar para cuervos en el Vaticano..., diciendo él mismo, Benedicto XVI las cosas que hay que decir, nombre a nombre... limpiando el Vaticano)).
oooooooooooooooooo
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