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domingo, 5 de agosto de 2012

Dios y yo - JUL. 29, 2012 - Vida local - Noticias de Guayaquil | El Universo

Dios y yo

Tema
La mesa de la fortaleza
Según cuenta san Juan, Jesús predica hasta avanzada hora. Sus palabras alumbran las inquietas mentes y entusiasman los ardientes corazones. Pero la natural hipoglicemia también va apareciendo. Y para comprobar lo que Felipe está pensando, el Maestro le pregunta sobre lo que puede hacerse.

Recibe una respuesta exacta pero desalmada: "Ni doscientos denarios bastarían para que le tocara a cada uno un pedazo de pan".

Andrés, el hermano de san Pedro, sale con otra impertinencia: "Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero ¿qué es eso para tanta gente?".

Jesús no pierde la serenidad. Recorre con la vista aquel gentío. Solo los varones llegan a los cinco mil. Las mujeres, poco menos. Los niños no se pueden calcular.

Después de unos segundos, El Maestro da una orden: "Díganle a la gente que se siente". Y mientras los futuros comensales van obedeciendo, toma Jesús los panes, da gracias a su Padre Celestial, y Él mismo los reparte. Hace con los peces otro tanto.

Las mujeres y los hombres, completamente satisfechos, charlan animadamente. Los niños corretean sin parar, pisoteando la abundante hierba. Los discípulos son convocados. Jesús les manda recoger lo que ha sobrado. De los panes, mucho; de los peces, nada. Cada apóstol llena su canasto hasta los topes. Se los llevan a Jesús. Le transmiten que no pocos, a la vista del milagro, hablan ya de hacerle rey. Y Jesús –así termina hoy el evangelio de la misa– "se retiró de nuevo a la montaña Él solo".

Al mirar de cerca este milagro, usted y yo podemos preguntarnos: ¿Por qué dejó que aquellas gentes se quedaran escuchando hasta tan tarde? ¿Por qué quiso Jesús, para satisfacer el hambre de la multitud, pedirle al joven "su poco"? ¿Por qué multiplicó los panes y los peces con solo una plegaria? ¿Por qué tanta abundancia de alimento? ¿Por qué quiso distribuirlo con sus manos? ¿Por qué mandó que recogieran los apóstoles las sobras? ¿Por qué se escabulló cuando querían proclamarle rey?

Como San juan escribe en el final de este pasaje, el prodigio se relaciona con la misión de Cristo: "Al ver la gente la señal milagrosa que Jesús había hecho, decía: Este es, en verdad, el profeta que había de venir al mundo". Pero a la vez, todo el milagro tiene sus resonancias eucarísticas.

Es Jesús, con su palabra, quien prepara largamente a sus oyentes para que se entusiasmen con el alimento. Toma la iniciativa de saciarles. Da las gracias a su Padre Celestial. Y bendice con amor el pan, multiplicándolo asombrosamente.

Por otra parte, en el relato del milagro, se insiste tanto en el pan que casi se desprecian los pescados. Es tan abundante, que evoca el alimento inagotable de la eucaristía. Y, por último –¡qué gran lección!–, los fragmentos de ese pan bendito deben ser cuidados.

Cada vez que se celebra la sagrada eucaristía, se multiplica el pan. De nuestra recta participación en la sagrada mesa de la eucaristía depende nuestra fortaleza.


stagduran
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