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domingo, 14 de septiembre de 2014

SI NO PERDONAS, NO ERES PERDONADO

SI NO PERDONAS, NO ERES PERDONADO


La esposa de uno de los bomberos muertos tras la caída de las Torres Gemelas en Nueva York, en una entrevista dijo lo siguiente: 
"Ante la pregunta por lo que ahora experimenta Jean, tras la pérdida de Frank, responde: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. Bendito sea el Señor. Creo que Dios trabaja por el bien de quienes le aman. Este acontecimiento ha sido un gran mal. De todos modos, el amor de Dios ha sobrepasado este mal. Al pensar en los terroristas, sólo puedo decir: Padre, perdónales, porque no saben lo que han hecho. Echo de menos de manera terrible a Frank y lloro mucho --confiesa Jean--, pero sé que seguirá ayudándonos desde el Cielo. Estoy pidiendo una intimidad más profunda con Cristo, pues estoy segura de que traerá frutos tan bellos como los que han surgido de mi intimidad con mi marido. Frank --concluye-- ha transmitido la fe a los niños y con frecuencia me consuelan con una palabra. Los niños se sienten orgullosos por el papá que tuvieron, pero echan de menos el no poder jugar con él, el no poder rezar con él, el no poder aprender con él, o no poder estar con él. Yo tengo miedo, pero me agarro al Señor. Ahora continuaremos, en la Iglesia, haciendo la voluntad de Dios"


No deja de ser impresionante ver a una persona que aun en medio de un dolor muy grande, es capaz de perdonar. Es capaz de mirar a Dios y desde Él sacar fuerzas para dar un perdón a quién muchas veces ni lo merece.


Hoy las lecturas ponen fuerte el dedo en el renglón haciéndonos ver la importancia del perdón.


En la primera lectura, el Siracide nos dice con mucha claridad que si no perdonamos, no seremos perdonados, y el salmo responsorial nos recuerda la bondad y misericordia del Señor para con nuestras faltas, tal como no dice Jesús en el Evangelio de ese rey, que fue bueno y misericordioso con el servidor que le debía tanto que no iba a poder pagarle. Dios es generoso y comprensivo; y es pronto para otorgar el perdón a todo el que sinceramente se lo pide. Pero, quiere que nosotros lo imitemos en esa prontitud para el perdón.


En la segunda lectura, San Pablo nos dice que somos del Señor, que por nosotros murió y resucitó, y por lo mismo no debemos vivir de acuerdo a nuestro egoísmo, sino de acuerdo a lo que El nos pide. Dios quiere nuestro bien, por eso nos prohíbe terminantemente el guardar rencor, ya que pocas cosas nos hacen tanto daño como el odiar.


El odio es una energía parásita que se alimenta de lo que le corresponde al amor. Todo lo que gastes en odiar, lo vas a perder de amar de amor. Muchas veces el pretexto para no perdonar es que la otra persona no se merece que lo perdonemos, y sí, muchas veces eso es cierto. Pero por más que el otro no se merezca que lo perdonemos, nosotros si nos merecemos el vivir con paz en nuestro corazón. Cuando no perdonamos, como el servidor del relato del Evangelio, nos hacemos indignos de recibir también nosotros el perdón divino. Va a ser imposible que alguien no nos lastime u ofenda, pero nosotros debemos obedecer a Dios, perdonando como El.


stagduran
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